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The Best Of Two Worlds

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Concierto de esperanza

Por fin se apagan las voces, las risas, los saludos. Bajan las luces y una niña camina frente a los músicos, su violín apretado

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contra el pecho, imponente en su sencillez y seriedad. Es el primer violín, el que da la nota de la afinación. Ella escucha cada instrumento con total concentración. Todo el teatro se afina en la magia de la orquesta. Entonces llega el Maestro. Joven, lleno de energía, con la felicidad de llevar un sueño al escenario. Más de ciento cincuenta sueños, esperando la señal. Eduardo se vuelve hacia sus músicos, y de pronto se llena el aire, se llenan los corazones, casi no podemos cantar el Himno Nacional Mexicano por la emoción, sus voces llenas, hermosas, manos en cuerdas, en percusiones, los vientos anunciando un milagro.

Un hombre de entre el público grita y levanta las manos, su emoción es la de todos nosotros y sonreímos ante su informal espontaneidad.

La explosión de la maravillosa Carmina Burana nos llega como un regalo de color y brisa. Estos chicos que se levantan cada día para ir a la escuela, que ríen y juegan y que saben de la lucha diaria de sus familias por darles lo mejor, ellos van cada tarde al ensayo, libremente, por decisión propia.

El concierto nos pasea por la música clásica, las canciones antiguas, Agustin Lara, un danzón, un paso doble, Beethoven, el famoso Huapango de José Moncayo, Jesusita en Chihuahua. Los solistas, dos muchachos y una jovencita, qué hermosas voces para el futuro.
El Mesías de Handel, perfecto final, glorioso, un aleluya que entra por la piel y nos estremece con este cariño que hemos compartido. Por supuesto que no queremos que se vayan. Nos encantan con un delicioso merengue de Celia Cruz, una canción más, y vamos saliendo de a poquito, como miedosos de que el encanto nos abandone.

Se nos han borrado las preocupaciones: la prisa por llegar a alguna parte, los títulos, las guerras, el calentamiento del planeta, el dolor de cabeza y el carro descompuesto. La música de unos muchachos que ven el horizonte más allá del mar de Guaymas, nos ha liberado por esta noche.
Rebeca Cartes, Tucson Arizona, 30 de octubre 2015

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