El término persona con capacidades diferentes o especiales, es erróneo, ya que todos poseemos diferentes capacidades, al igual que nunca debemos nombrarlas como discapacitadas. El despojarnos de prejuicios y temores es el camino hacia la naturalización de este tipo de relaciones, al referirnos a estas personas sin perpetuar gestos que tienden a la exclusión y marginación.
Actuar con empatía y acercamiento, en un trato abierto, amigable y respetuoso de sus derechos y sin compasión será lo que invitará a una comunicación basada en la igualdad de condiciones y oportunidades.
Dirigirnos a ellos directamente, de manera espontánea, ofreciendo nuestra ayuda, en caso de ser requerida como; avísame si ocupas ayuda, abre para ellos la posibilidad de elegir”. Al dirigirte al acompañante, es una actitud discriminatoria y una forma de violencia al concebir a la persona desde la falla o falencia y no como sujeto de derechos. Es crucial fomentar sus capacidades y fortalezas e incentivarlas a través de las actitudes y diálogos que mantenemos hacia ellos, enfatizando lo que sí puede hacer en lugar de lo que no.
“Interactuar con una persona con discapacidad no tiene que ser un desafío”, colaboraremos con una sociedad más inclusiva donde todas las personas sean bienvenidas.
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