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The Best Of Two Worlds

Los Tres Cerditos Por: Isabella Itzel R. (10 años)

05azbHabía una vez, tres Cerritos hermanos que siempre habían vivido en el medio del Bosque, pero Esteban cansados de la presencia de un lobo astuto que andaba merodeando el lugar, acordaron irse al otro extremo donde pudieran vivir sin temor y jugar hasta el cansancio. Además era el momento de que cada uno construyera su propia vivienda porque ya se creían capaces de valerse por sí mismos después de caminar un buen trecho, encontraron fardos de paja a un costado del sendero.-Excelente!—exclamó el cerdito más chiquito –construiré mi casa con esta paja; será sencillo y rápido. El cerdito mediano y el mayor prosiguieron la marcha esperando tener tanta suerte como su hermano menor. De repente, apareció ante ellos un montón de madera que habían dejado algunos leñadores ahora es mi turno, pronuncio el cerdito mediano. Hare una casa de madera, buena y segura. De inmediato, busco los leños más apropiados y con mucha alegrilla comenzó la construcción. El cerdito mayor suspiro, resignado, debía proseguir su camino y ver cómo se las arreglaría para levantar una vivienda fuerte que lo protegiera de las inclemencias del tiempo. Miro a ambos lados del camino sin encontrar material apropiado. De pronto, observo no muy lejos una construcción semiderruida.–¡qué bueno!—con estos ladrillos mi casa será resistente. Pero colocar un ladrillo sobre otro le exigió mucho tiempo. Cuando sus hermanos lo visitaron, aún no había terminado de construir la casa y tuvo que soportar sus burlas acerca de que ya no tenga tiempo para jugar. Sin embargo, no se arrepentía de su decisión: su nuevo hogar era muy resistente y lo enorgullecía. El lobo había estado espiando a los tres cerditos.

Después de unos días, se disfrazó de viejecita y se encamino hacia la casa de paja. Llamo a la puerta diciendo:–Amigo cerdito, ábreme te trigo un regalito. Pero el cerdito más pequeño reconoció de inmediato la voz del lobo. –¿Crees que puedes engañarme? ¡Fuera de aquí lobo malvado! Molesto, el lobo tomo bastante aire y soplo sobre la casa en un segundo intento la paja voló por el aire cuando soplo por tercera vez, la frágil casita quedo en el suelo. Asustado, el cerdito se echó a correr hasta la casa de hermano mediano. Al día siguiente, el lobo se vistió con la piel de un cordero y caminado en cuatro patas, se acercó a la casa de madera. Llamo a la puerta diciendo:–Beee…beee… ¡Ábreme, por favor, estoy perdido! Los dos cerditos reconocieron la voz del lobo a pesar de sentir pena por el supuesto corderito. ¡Aléjate de nuestra casa! ¡Sabemos que eres un lobo y no te abriremos! Gritaron a coro. Nuevamente, el lobo tomo aire y soplo sobre la casa. Después de varios soplidos más, los leños cayeron al suelo. Entonces a toda velocidad, los cerditos huyeron a la casa de su hermano mayor. Paso otro día y el lobo ya no se tomó la molestia de fingir la voz o disfrazarse, esta vez los tres cerditos ya no podía huir. Así que, muy decidido, se encamino a la casa de ladrillo. ¡Abran, ya no tienen otro escondite! ¡Acabare con esta casa como lo hice con las dos anteriores! No te dejaremos entrar, gritaron los cerditos desde el interior. El lobo estaba tan furioso que esta vez lleno sus pulmones con más aire y comenzó a soplar, a soplar y a soplar… pero la casa de ladrillo seguía en pie. ¡No podrán impedir que entre! Exclamo el lobo, enojado. De un salto se subió al techo para escurrirse por la chimenea. Los dos cerditos menores se acurrucaron en un rincón, temblando de miedo, mientras su hermano mayor echaba zanahorias a un caldero con agua caliente que puso a calentar sobre el fuego de la chimenea. En poco segundos el agua comenzó a hervir a borbotones. Bajar por la chimenea no era cosa fácil, pues el lobo debía sujetarse de las paredes clavando sus garras en ellas. Al rato cansado por el esfuerzo, perdió el equilibrio y cayó dentro del caldero. El agua hirviendo despellejo su larga cola, así que huyo aullando de dolor. Los cerditos festejaron su triunfo y nunca más volvieron a ver el lobo… FIN

Por: Isabella Itzel R.

 

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